martes, 24 de diciembre de 2013

CARTA DE JESÚS DE NAZARET EN LA NAVIDAD FECHA DE SU CUMPLEAÑOS


Una vez alguien me dijo: ¿Como te voy a regalar algo si a ti nunca te veo? Ya te imaginarás lo que le dije: "Regala comida, ropa y ayuda a los pobres, visita a los enfermos a los que están solos y yo los contaré como si me lo hubieran hecho a mi" 


Como sabrás, todos los años se hace una gran fiesta en ocasión de mi cumpleaños y en mi honor. En estos días la gente hace muchas compras, hay anuncios en el radio, en la televisión y por todas partes no se habla de otra cosa, sino de lo poco que falta para que llegue el día. 

La verdad, es agradable saber, que al menos, un día al año algunas personas piensan un poco en mí. Como tú sabes, hace muchos años que comenzaron a festejar mi cumpleaños, (aunque nadie conoce realmente cuándo es) al principio no parecían comprender y agradecer lo mucho que hice por ellos, pero hoy en día nadie sabe para qué lo celebra. 

La gente se reúne y se divierte mucho pero no saben de qué se trata. Recuerdo el año pasado, al llegar el día de mi cumpleaños hicieron una gran fiesta en mi honor. Pero ¿sabes una cosa? ni siquiera me invitaron. Yo era el invitado de honor y ni siquiera se acordaron de invitarme, la fiesta era para mí y cuando llegó el gran día me dejaron afuera, me cerraron la puerta. ¡Y yo quería compartir la mesa con ellos! 

La verdad, no me sorprendió, porque en los últimos años todos me cierran las puertas. Como no me invitaron, se me ocurrió entrar sin hacer ruido, entré y me quedé en un rincón. Estaban todos bebiendo, había algunos borrachos contando chistes, y a las carcajadas. La estaban pasando en grande. 

Para colmo llego un viejo gordo, vestido de rojo, de barba blanca y gritando: "JO, JO, JO", parecía que había bebido de más. Se dejó caer pesadamente en un sillón y todos los niños corrieron hacia él, diciendo "¡¡SANTA CLAUS!!". ¿SANTA CLAUS? ¡Como si la fiesta fuera en su honor! Llegaron las doce de la noche y todos se saludaron, yo extendí mis brazos esperando que alguien me abrazara. ¿Y sabes? Nadie me abrazó. 

En otras ocasiones, a esa hora también todos salían para ver y tirar fuegos artificiales y explosivos. Comprendí entonces que yo sobraba en esa fiesta, salí sin hacer ruido, cerré la puerta y me retiré.

Tal vez crean que yo nunca lloro, pero esa noche, como otras veces, lloré. Me sentía como un ser abandonado, triste y olvidado. Me llegó tan hondo que al pasar por tu casa, tú y tu familia me invitaron a pasar, además me trataron como a un rey. Tú y tu familia realizaron una verdadera fiesta en la cual yo era el invitado de honor, además me cantaron himnos en mi honor; hacia tiempo que a nadie se le ocurría hacerlo en su hogar. Que DIOS bendiga a todas las familias como la tuya, yo jamás dejo de estar en ellas en ese día y todos los días.

Otra cosa que me asombra es que el día de mi supuesto cumpleaños en lugar de hacerme regalos a mí, se regalan unos a otros. ¿Tú que sentirías si el día de tu cumpleaños, se hicieran regalos unos a otros y a ti no te regalaran nada? Una vez alguien me dijo: ¿Cómo te voy a regalar algo si a ti nunca te veo? Ya te imaginaras lo que le dije: Regala comida, ropa, y ayuda a los pobres, visita a los enfermos a los que están solos y yo lo contaré como si me lo hubieras hecho a mí.

Cada año que pasa es peor, la gente sólo piensa en las compras y los regalos, y de mí ni se acuerdan. Recuerdo lo que le sucedió a un anciano llamado Juan, un día de mi cumpleaños anduvo de casa en casa pidiendo pasar porque tenía hambre y no tenía familia, tocó en muchas puertas, sin que en ninguna lo invitaran a la mesa, se dio por vencido al ver que ni siquiera esa noche iba a sentir el calor de un hogar. 

Se sentó en una banqueta y se puso a llorar como un niño, yo pasé junto a él y le pregunté: ¿Qué tienes Juan? –Es que nadie me invitó a pasar– me respondió. Yo me senté a un lado de él y le dije, no te preocupes, que a mí tampoco me han dejado entrar.

Pero toda paciencia tiene su límite, aún la mía. Voy a contarte un secreto: He pensado que como nadie me invita a las fiestas que hacen, estoy pensando en hacer mi propia fiesta, una fiesta grandiosa como la que jamás nadie se ha imaginado. 

Una fiesta espectacular con grandes personalidades: Abraham, Moisés, el rey David y muchísimos más. Estoy haciendo los últimos arreglos, por lo que quizá todavía no sea este año. Estoy enviando muchas invitaciones y hoy, querido amigo, hay una invitación para ti. Solo quiero que me digas si quieres asistir y te reservaré un lugar y escribiré tu nombre con letras de oro en mi gran libro de invitados. A esta fiesta sólo habrá invitados con previa reservación y se quedarán afuera los que no contestaron mi invitación.

Con inmenso amor,
Tu amigo Jesús de Nazaret
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Imagenes: Fuente del internet
Collage: El Blog de Miguel Angel Bayona.

sábado, 7 de diciembre de 2013

NELSON MANDELA EL SUBVERSIVO

En cualquier pueblo donde existe una pizca de injusticia y desilgualdad social, existirá siempre un corazón, un alma subersiva y Ahí estará el espíritu de Nelson Mandela. Miguel Angel Bayona.


El subversivo

Por Luis Bruschtein

El viejito que sonríe en la foto fue un duro guerrillero que soportó torturas y 27 años de cárcel. Ese hombre negro apacible y encanecido fue de los duros que rechazó la libertad cuando le pusieron como condición que se declarara en contra de la lucha armada del Congreso Nacional Africano. Nelson Mandela creció como líder de las luchas de su pueblo en Sudáfrica desplazando a los dirigentes más conciliadores con el régimen brutal del apartheid.

Eran los años ’50 y ’60 y en los Estados Unidos la segregación racial estaba instalada por ley. Sin embargo, era considerado el emblema de la democracia en el mundo. Si Estados Unidos era mostrado como el país más democrático del mundo a pesar de la segregación en la educación, los trabajos, el transporte y hasta en los baños, ¿por qué no habría de serlo también Sudáfrica con su apartheid? Para los cánones de esos años, Estados Unidos y Sudáfrica eran países democráticos, igual que los raquíticos gobiernos latinoamericanos acogotados por sus fuerzas armadas.

Se repiten los discursos de Mandela sobre el sueño de una gran nación sudafricana donde todos los hombres fueran iguales sin importar el color de su piel. Pero cuando Mandela decía esa frase en aquellos años, no estaba pensando en la democracia real de esa época, en la supuesta democracia norteamericana o en la sudafricana. Estaba pensando en otras formas políticas que se relacionaban con procesos similares al argelino o al cubano u otros procesos emancipadores de la época, ya fueran “democracias populares”, “repúblicas democráticas” o socialismo africano.

Nadie pensaba que la democracia de los países escandinavos podía ser operativa en países que arrastraban una larga historia de colonialismo, marginación y explotación. Sin embargo, había una diferencia entre el proceso sudafricano y otros que se desarrollaban en Africa, donde la mayoría trataba de liberarse del yugo colonial. Allí, en cambio, se luchaba contra la dominación blanca. Pero todos pensaban que los cambios solamente vendrían con procesos revolucionarios.

Eran las ideas y las herramientas de ese momento histórico, las que surgían de esa circunstancia. No se podía confiar en la democracia de los blancos o de los militares o en que los poderosos entregaran mansamente sus privilegios. Mandela, Oliver Tambo, Walter Sisulu y otros jóvenes de la Liga Juvenil del Congreso Nacional Africano desplazaron a principios de los ’60 a los dirigentes que proponían formas pacíficas de lucha, en las que ellos también habían participado, y fundaron Lanza de la Nación, que era la formación guerrillera del CNA.

Sudáfrica también era diferente a los demás procesos africanos en otros aspectos. La lucha armada no fue centralmente de guerrilla en la selva. El CNA era un movimiento popular de masas con mucha concentración urbana. La lucha armada consistió centralmente en atentados explosivos en las ciudades o en infraestructura, articulados con huelgas e insurrecciones. Mandela y Sisulu estuvieron presos la mayor parte del tiempo y Oliver Tambo exiliado.

El CNA no era africanista, por eso se repite mucho la frase de Mandela cuando dijo que “siempre luché contra la dominación blanca y siempre luché también contra la dominación negra”. No era africanista porque, a pesar de que centralmente la lucha era contra el apartheid, tenía un fuerte componente ideológico. El CNA tenía influencias marxistas soviéticas y chinas, al igual que todos los líderes anticolonialistas africanos de esa época, desde Patrice Lumumba en el Congo hasta Samora Machel en Mozambique.

Machel era un marxista ortodoxo, dirigente del Frente de Liberación de Mozambique (Frelimo) y llegó al poder aliado a los soviéticos en 1974 después de la Revolución de los Claveles en Portugal. Fue asesinado en un atentado y su viuda, Graca Machel, se convirtió varios años después, en 1998, en la última esposa de Mandela. Otro aspecto particular del CNA era que Mandela había integrado también a blancos y a indios. Paradójicamente, mientras el gobierno de Israel apoyaba al gobierno racista blanco y le vendía armas, varios judíos sudafricanos, entre ellos Denis Goldberg, Lionel Berstein y Harold Wolpe, lucharon junto a Mandela en Lanza de la Nación.

Los poderes y las fuerzas que representan los principales líderes del mundo que el jueves hicieron conocer sus condolencias por la muerte de Mandela y lo elevaron al rango de ejemplo para la humanidad, durante su lucha lo consideraron subversivo y terrorista. No era para nada políticamente correcto. Muchas de esas fuerzas y poderes fueron cómplices de su encarcelamiento y tortura.

Mandela es el duro luchador y al mismo tiempo es el gran pacifista que advirtió la prioridad de la integración en un país dominado salvajemente por una minoría blanca. Una cosa no se puede separar de la otra. Para hacer lo que hizo en el poder, antes tuvo que luchar como lo hizo. Es difícil unir esas dos facetas que se muestran como polos que se contradicen. Si en la primera etapa de su vida hubiera actuado como lo hizo en la segunda, hubiera sido cómplice de la explotación blanca. Si al salir de la cárcel hubiera mantenido la intransigencia que lo caracterizó en la lucha, hubiera llevado a Sudáfrica a una catástrofe.

Pero el cambio no se produjo porque llegó al poder, sino porque su llegada al poder fue parte de un reacomodo que se estaba produciendo en todo el mundo al finalizar la Guerra Fría y asentarse el proceso de globalización donde el mundo se convirtió en un solo mercado.

Uno de los grandes problemas de las revoluciones en Angola o en Mozambique había sido que provocaron el éxodo masivo de la población blanca, con lo cual se quedaron sin profesionales ni empresas. En Sudáfrica la economía estaba en manos de los blancos, que a su vez eran la inmensa mayoría de los profesionales. La población blanca y la población negra estaban condenadas a vivir en paz. Mandela fue concesivo en muchos aspectos, sobre todo con los juicios de la verdad, porque la emigración masiva de los blancos hubiera significado la bancarrota y el fracaso de la lucha contra el apartheid. En 1974 Mozambique fue rescatada por la URSS. En los años ’90, cuando Mandela llegó al poder, la URSS ya no existía y los términos del comercio mundial estaban más o menos regidos por la OMC.

Robert Mugabe, otro gran líder africano, fue más rígido y en la actualidad Zimbabwe (ex Rodhesia del Sur, vecina a Sudáfrica) está aislada y con fuertes problemas económicos.

Mandela era un hombre mayor. Sabía que le quedaban pocos años útiles de vida y los usó para consolidar la salida del apartheid en una Sudáfrica multirracial. Sabía que dejaba un país con profundas desi-gualdades, pero se dio cuenta de que su tiempo estaba acotado a consolidar la monumental victoria que había logrado. Fue su legado a las nuevas generaciones, las que deberán ocupar su puesto en la lucha contra la miseria y las injusticias que aún subsisten. Así el antiguo terrorista y subversivo que no merecía más que una visita cada seis meses durante 27 años se convirtió en el héroe moral de la nueva era.

Mandela fue una expresión muy particular, difícil de equiparar por su dimensión humana, pero en general hay ciertos rasgos similares con los procesos que se generaron en América latina al comenzar el siglo. Miguel Brascó cuenta una anécdota de su visita a Johannesburgo en los ‘60. “El problema –le dijo a un sudafricano blanco– es que aquí no votan los negros.” “Tengo entendido que en su país tampoco”, le respondió el hombre un poco molesto. Se refería a que el peronismo estuvo proscripto durante 18 años.

Expresiones, reflejos, continuidades o rescoldos de lo que en determinado momento histórico fue condenado por subversivo y terrorista llegaron a los gobiernos por medios democráticos. Expresiones de los trabajadores combativos en Brasil o en Venezuela, de los pueblos originarios en Bolivia, de los tupamaros en Uruguay, de la Juventud Peronista en Argentina, de los curas tercermundistas en Paraguay o de los allendistas chilenos aparecieron con mayor o menor fuerza, con mayor o menor eficacia, como una opción de poder concreto para amplios sectores populares que habían sido marginados por la aplicación de las ideas hegemónicas del neoliberalismo. Cada una de esas experiencias históricas había dejado un reservorio de valores de lucha y resistencia que sirvieron para la construcción de nuevas opciones. Había restos vivos de lo que parecía perdido y arrasado por las represiones, las cárceles y los exilios.

Imagen:AFP
Collage: El Blog de Miguel Angel Bayona
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