EN LA 46 FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO DE BUENOS AIRES LA ESCRITORA, POETA ARGENTINA GABRIELA LUZZI PRESENTÓ SU LIBRO EL RESTO DE LOS SERES VIVOS, QUE INCLUYEN VEINTE CUENTOS CORTOS QUE SE LEEN CON MUCHA FACILIDAD, CADA RELATO TRANSITA CON UN ESTILO FRESCO, CASI CONTADOS AL PASAR DONDE SE CONCENTRA EL SUSPENSO, LA INTRIGA Y LO EXTRAORDINARIO EN SU INTERIOR DANDO LUGAR A ESAS PEQUEÑAS HISTORIAS QUE PARECEN ESTAR SUCEDIENDO EN SIMULTÁNEO EN LA COTIDIANIDAD DEL MISMO BARRIO. SEGÚN LA CRITICA LITERARIA DE LA PRENSA ESCRITA LA DESCRIBE A GABRIELA LUZZI EN ESTE LIBRO DE CUENTOS, SIN LUGAR A DUDAS, COMO UNA DE LAS NUEVAS ESCRITORAS MÁS INTERESANTES DE LA ACTUALIDAD.
En la 46 Feria Internacional del Libro
de Buenos Aires la escritora, poeta Gabriela Luzzi con mucha felicidad
nos presenta y nos recomienda los veinte
cuentos cortos que componen “El Resto de los Seres Vivos” libro de
cuentos publicado el año 2016 por la editorial Conejos describiendo
la obra que funcionan en otra geografía, dónde la fantasía y
lo onírico irrumpen, alterando la lógica de la casualidad real, sin
descomponerla del todo. Los veinte cuentos de Gabriela Luzzi se leen con
mucha facilidad y es inevitable dejarse llevar por su sonoridad, sus climas,
los sentires en esos retazos de vías cercanas y un poco incomprensibles
que cautivan por un rato. Cada historia quedan suspendidas en el aire, en el
tiempo, por eso dejan la sensación de que en cualquier momento, en cualquier
lugar, nos vamos a volver a encontrar con los personajes de este libro.
Por otro lado la crítica
literaria de la prensa escrita del diario de Página 12 resalta
a Gabriela Luzzi, sin lugar a dudas, cómo una de
las nuevas escritoras más interesantes de la actualidad en
referencia al libro El resto de los seres vivos, los 20 cuentos
bien podrían ser la historia de cualquier barrio
durante un día, donde es posible que al mismo tiempo una mujer pueda
introducirse de lleno en cada recuerdo de su infancia, donde conviven distintos
relatos mezclando lo cotidianidad con lo extraño de una manera
natural como el paso diferente del tiempo que los envuelve y que en esas
historias sucedieran quizás en un barrio o varios con sus similitudes,
con esos aires y estilo de frescura contados como si fueran al pasar o en esas
casualidades que transcurren en los días calmos, de sensaciones y emociones
diversas, que mezclan lo cotidiano con lo extraño de una manera tan
natural como el paso indiferente del tiempo que los envuelve, como si las
historias sucedieran de manera simultánea en el mismo barrio.
Gabriela Luzzi nació en Rawson,
provincia de Chubut, el 6 de mayo de 1974, reside en Buenos Aires. Es
editora y dirige la editorial Paisanita desde el año 2013, integra actualmente
el colectivo de editoriales la Coop. Administra el blog los escritos vuelan
(htpp://losescritosvuelan.blogspot.com.ar).
Obras: Libros. Televisores, relatos
breves, editorial Caleta Olivia (2020). El resto de los seres vivos, cuento,
editorial Conejos (2016). Poemas: Warnes, editorial Eloísa Cartonera (2016). Un
alhajero sin terminar, editorial Santos Locos (2016), Liebre, una plaqueta de
poesía, editorial Vox (2015), sus poemas integran las antologías 9, Textos
intrusos (2012), Vivan los putos, editorial Eloísa Cartonera (2013). Algunos
poemas parten de la antología 53/70, Poesía argentina del siglo XX, Rosario
2015. Las novelitas: La enfermedad, en la colección "ler es Futuro"
del Ministerio de Cultura de la Nación (2015) y Garfunkel, editorial Eloísa
Cartonera (2014). Libro de cuentos, La reina de los duraznitos fue una de las
obras destacadas del III Concurso de Narrativa Eugenio Cambaceres, 2012, para
autores noveles, Textos suyos forman parte de numerosas antologías. Colabora
con el Seminario de Poesía Latinoamericana de la Universidad Nacional de
Avellaneda.
EL RESTO DE LOS SERES VIVOS Y SU VEINTE
CUENTOS CORTOS. Romper la casa, Cabello de ángel, Banquito, Tony, Otro camino,
Gente muy habilidosa, La novela, Lo más rico, Nada de malo. Lapiceras, El agua
de la bañadera, Esquiladores, Un punk no entra a clase, Papá, La cheka, La
pelota de fútbol, Una carga extra, Las tres mesas, Porotos, Mi tercer marido.
ROMPER LA CASA. (Primer cuento) No
le comparamos regalo. Ni dijimos nada. No hubo disculpas por haber llegado con
las manos vacías, Ni promesas de que al siguiente fin de semana el llevaríamos
algo. Habían preparado ravioles con tuco, y aparte, pollo al horno y cerdo. De
postre, helado y budín de pan, Cuando nos sentamos a la mesa nos dimos cuenta
de que había un plato nada más.
Mientas comíamos hablamos del
precio del gas, del agua. De la luz y de la comida. También del pasatiempo de
ellos. Él alimentaba palomas y ella perros de la calle.
Todas las semanas, él iba a una
panadería que le regalaba restos de pan, se ocupaba de dividirlos y
desmigajarlos. Una vez al día bajaba, caminaba hasta cruzar el parque que
rodeaba el edificio y alimentaba a las palomas. Siempre a la misma hora. Los
días que se atrasaba, las palomas sobrevolaban en la ventana del departamento.
Como si supera donde vivía el hombre que les daba las migas de pan.
Mientras lo contaba una paloma se paró en el alero de la ventana. Ahí
está una, ¿ven?, dijo ella.
Las perras que ella alimentaba eran
cinco. Estaban viejas, gordas, con el pelo opaco y apelmazado. Había una negra.
Otra enana. Las demás eran como perras policía, pero de color amarillo. Los
sábados a la mañana ella iba a una carnicería que quedaba a dos cuadras y compraba
siete kilos de carcasas de pollo. Semana de por medio, la señora de la
carnicería, se las regalaba. Contó que hervían las carcasas y las guardaba en
la heladera, que era muy importante hervirlas para que las perras no se
acostumbrasen a comer carne cruda, porque hay gente que pueda darle carne
envenenada, o con vidrio molido. Después iba sacando porciones, las picaba en
una bolsa y se las llevaba. A veces les mezclaba un poco de arroz. Hay
una que sólo come cogotitos, dijo, y cuando las demás vecinas les tiraban pan,
ninguna lo comía. También contó que cuando bajaba, las perras ya la
estaban esperando. Ella iba hasta el arenero y se sentaba en el paredón.
Durante el trayecto las perras corrían por la avenida ladrando a los autos. Si
no conseguía las carcasas tenía que ir a otra carnicería que quedaba
cerca del barrio naval, pero ene sa se veía en la obligación de comparar
algún corte más para que no la miraran con mala cara. Las perras la
seguían, corriendo y ladrando a los autos, por eso, cuando iba a la otra
carnicería, por miedo a que pisara un auto, daba toda una vuelta y salía a
escondidas.
Él dijo que tenía que ponerle un freno a
su mujer porque esas perras estaban muy malcriadas. Que si no le ponía el freno
pronto íbamos a tener que servir. Qué además las perras se podían poner bravas
de tanto consentirlas y el día que no se le diera lo que ellas querían iban a
romper todo.
Que ya verían cómo seguía esa historia
de hervir las carcasas y alimentar a las perras cuando llegara la nueva voltea
de gas.
Nos acercamos a la ventana. Una paloma
flotaba a la misma altura que nuestros ojos.
Después de almorzar tomamos mate,
miramos fotos de cumpleaños, de bautismos y de vacaciones. Ella trajo una
bandeja con porciones de torta de ricota y alfajores de chocolate.
Cuando estábamos por irnos sacó de la
heladera dos paltas y una bandeja de verduras picadas y nos pidió que las
llevaríamos. Dijo que una vecina le había regalado varias bandejas con verduras
y palta de un árbol de su hermano, y ellos no podían comer tanto, que las
lleváramos antes de que a todo se echara a perder. (de las páginas 9, 10
y 11)
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