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martes, 3 de agosto de 2021

SAN MARTÍN PROTECTOR DEL PERÚ 200 AÑOS DE SU PRIMER MENSAJE AL PUEBLO PERUANO

 


EL DÍA VIERNES 3 DE AGOSTO DE 1821. SAN MARTÍN POR DECRETO SUYO, ASUMIÓ OFICIALMENTE EL MANDO POLÍTICO Y MILITAR  DE LOS DEPARTAMENTOS LIBRES Y EL TÍTULO DE PROTECTOR, HITO FUNDAMENTAL QUE SEÑALÓ EL NACIMIENTO DEL ESTADO PERUANO. SAN MARTÍN PASA A DECLARAR QUE QUEDAN REUNIDOS EN ESE DÍA  EN SU PERSONA. EL MANDO SUPREMO POLÍTICO Y MILITAR DE LOS DEPARTAMENTOS LIBRES DEL PERÚ, BAJO EL TÍTULO DE PROTECTOR; QUE EL MINISTERIO DE ESTADO Y DE RELACIONES EXTERIORES ESTARÁ A CARGO DE DON JUAN GARCÍA DEL RÍO, QUE EL MINISTRO DE GUERRA Y MARINA LO SERÁ EL TENIENTE CORONEL DON BERNARDO MONTEAGUDO, AUDITOR DE GUERRA YA EN EL EJÉRCITO, Y EL DE HACIENDA, EL DOCTOR DON HIPÓLITO UNÁNUE, QUE HABÍA SIDO SECRETARIO DEL DESPACHO EN EL GOBIERNO COLONIAL.

SAN MARTÍN COMO  PROTECTOR DEL PERÚ LE DICE AL PUEBLO PERUANO: PRIMERO ES ASEGURAR LA INDEPENDENCIA; DESPUÉS SE PENSARÁ EN ESTABLECER LA LIBERTAD SÓLIDAMENTE. LA RIGUROSIDAD CON QUE HE CUMPLIDO MI PALABRA EN EL CURSO DE MI VIDA PÚBLICA, ME DA DERECHO A SER CREÍDO. YO LO PROMETO SOLEMNEMENTE A LOS PUEBLOS DEL PERÚ  QUE EN EL MOMENTO MISMO EN QUE SEA LIBRE SU TERRITORIO, HARÉ DIMISIÓN DEL MANDO. (1)

 

 




Por Miguel Ángel Bayona Elías. Delegado de la Filial Palpa del Instituto Sanmartiniano del Perú en Argentina. 


SAN MARTÍN PROTECTOR DEL PERÚ 200 AÑOS DE SU PRIMER MENSAJE AL PUEBLO PERUANO


Casi inmediatamente después de tomar posesión de Lima, San Martín ofició al Ayuntamiento de la ciudad pidiéndole la convocatoria de una “Junta General de Vecinos Honrados” para que expresaran si la opinión general estaba o no decidida por la independencia. Esta Junta se reunió cinco días después  de su entrada a la ciudad, el 15 de julio, y firmó el acta inicial de la declaratoria de la independencia del Perú.

 

La proclamación ante el pueblo y el juramento de la independencia se hizo con gran pompa el 28 de julio, con la presencia de San Martín, altas autoridades civiles y los jefes militares.

 

Pocos días más tarde San Martín adoptó una resolución de suma trascendencia que después ha servido de blanco para las diatribas contra su actuación. Por decreto proclamóse a sí mismo, Protector del Perú, bajo cuyo título resumía en sí el mando supremo político y  militar de los Departamentos libres del Perú. (2)

 

San Martín expide su primer mensaje al pueblo peruano, en el que  dice que una buena parte de su empresa libertadora s e ha cumplido, pero la obra quedaría incompleta – añade – y mi corazón poco satisfecho si yo no afianzase para siempre la seguridad y la prosperidad futura de los habitantes de esta región. Sigue diciendo que desde que desembarcó en Pisco anunció que por el imperio de las circunstancias se hallaba revestido de suprema autoridad y que era responsable a la patria del ejercicio de ella. No han variado aquellas circunstancias puesto que aún hay en el Perú enemigos exteriores que combatir y por consiguiente, es de necesidad que continúen reasumidos en mí el mando político y militar.

 

Continua diciendo que 10 años de revolución en Venezuela, Cundinamarca, Chile y Provincias Unidas del Río de la Plata, le han hecho conocer los males que ha ocasionado la convocatoria intempestiva de congresos cuando aún subsistían enemigos en aquellos países: primero es asegurar la independencia, después se pensará en establecer la libertad sólidamente.

La religiosidad con que he cumplido mi palabra en el curso de mi vida pública me da derecho a ser creído, yo la comprometo ofreciendo solemnemente a los pueblos del Perú que en el momento mismo en que sea libre su territorio, haré dimisión del mando para hacer lugar al gobierno que ellos tengan a bien elegir. La franqueza con que hablo, debe servir como un nuevo garante de la sinceridad de mi intención. Yo pudiera haber dispuesto que electores nombrados por los ciudadanos de los departamentos libres designasen la persona que había de gobernar hasta la reunión de los representantes de la nación peruana; más como una parte, la simultánea y repetida invitación de gran número de personas de elevado carácter y decidido influjo en esta capital para que presidiese a la administración del estado me aseguraba un nombramiento popular, y por otras había obtenido ya el asentimiento de los pueblos que estaban bajo la protección del Ejército Libertador, he juzgado más decoroso y conveniente el seguir esta conducta franca y leal que debe tranquilizar a los ciudadanos celosos de su libertad.

 

Cuando tenga la satisfacción- dice para terminar – de renunciar al mando, y dar cuenta de mis operaciones a los representantes del pueblo, estoy cierto que no encontrarán en la época de mi administración aquellos rasgos de venalidad, despotismo y corrupción que han caracterizado a los agentes del gobierno español en América. Administrar  recta justicia y a todos, recompensando la virtud y el patriotismo y castigando el vicio y la sedición en donde quiera que se encuentre, tal es la norma que reglará mis acciones mientras esté colocando a la cabeza de esta nación.

 

A continuación San Martín pasa a declarar que quedan reunidos en ese día en su persona. El mando supremo, político y militar de los departamentos libres del Perú, bajo el título de PROTECTOR; que el ministerio de Estado y de Relaciones Exteriores estará a cargo de don Juan García del Río, que el Ministro de Guerra y Marina lo será el teniente coronel don Bernardo Monteagudo, auditor de guerra ya en el ejército, y el de Hacienda, el doctor don Hipólito Unánue, que había sido secretario del despacho en el gobierno colonial. (3)

De la época en que San Martín desempeñó su cargo de Protector del Perú conservamos documentos muy valiosos para conocer las concepciones políticas del Gran Jefe, como el que citamos a continuación en el que expresa sus ideas sobre la necesidad de dosificar la libertad:

La obra difícil y que debe ser valiente, firme y con circunspección emprendida, es corregir la idea confusa que el gobierno anterior había dejado impresa en la mente de la actual generación. No ha de suponerse, sin embargo, que esta dificultad consista tanto en la falta de conocimiento de los medios adecuados con que se ha de conseguir el fin, como en la peligrosa precipitación con que los gobiernos nuevos reforman los abusos que encuentran establecidos. Empezando con la libertad, el más ardiente de nuestros deseos, que debe otorgarse con sobriedad para que los sacrificios hechos con el propósito de ganarla no resulten inútiles.

 

Todo pueblo civilizado está en estado de ser libre; pero el grado de libertad que en un país goce, debe estar en proporción exacta al grado de su civilización; si el primero excede al último, no hay poder para salvarlo de la anarquía; y si sucede lo contrario, que al grado de civilización vaya más allá del monto de libertad que el pueblo  posea, se sigue la opresión. Si a toda Europa se le otorgase la libertad de Inglaterra, la mayor parte de ella presentaría un caos de completa anarquía; y si en vez de su constitución actual los ingleses hubieran de sujetarse a la Carta de Luis XVIII se consideraría esclavizados.

 

Es razonable que los gobiernos de Sud América sean libres; pero es necesario también que lo sean en la proporción establecida; el mayor triunfo de nuestros enemigos sería vernos alejar de esta medida.

 

En todas las ramas del bienestar público, aun en la economía doméstica, son necesarias grandes reformas: Puede decirse, en general, sin riesgo de equivocarse, aunque la expresión parezca prejuicio, que es esencial despojar a nuestras instituciones y costumbres de todo lo que sea español. Hacer estas reformas exabrupto y sin discreta reflexión, sería también un error español en que las Cortes, en este momento (1821), han incurrido, por cambiar precipitadamente el estado político y religiosos de la península. Por otro lado, nosotros debemos evitar el error de caer en tales equivocaciones e introducir gradualmente las mejoras que el país esté preparando para recibir y para las que el pueblo está tan bien adaptado por su docilidad y la tendencia hacia el progreso que marca su carácter social. 

A fines de 1821, el Libertador firmó el decreto redactado por Monteagudo que disponía de la inmediata expulsión  de los españoles solteros, a quienes se confiscaba la mitad de sus bienes, extendiéndose meses después a los casados. Eran unos 400, los más ricos de Lima, antiguos opresores de esclavos afroamericanos, amantes de los castigos y azotes, los beneficiarios de la opresión y el tributo indígena, los dueños de las minas que consumían miles y miles de vidas humanas, de hombres, mujeres y niños. Ahora marchaban a pie hasta el callao, rodeados de guardias, llevándose lo puesto hacia la `<madre patria>. (4)

 

Esa resolución de San Martín la comunico al Gobierno de Chile por la nota siguiente:

“Excelentísimo señor Director Supremo de la República de Chile.

…………………………………………………………………………………………………

 Destruir para siempre el dominio español en el Perú y poner a los pueblos en el ejército moderado de sus derechos, es el objeto esencial de la expedición Libertadora. Mas es necesario purgar esta tierra de la tiranía, y ocupar a sus hijos en salvar su patria antes que se consagren a bellas teorías, y que se dé tiempo a los opresores para reparar sus quebrantos y dilatar la guerra. Tal sería la consecuencia necesaria de la convocación de asambleas populares o de colegios electorales, si de este origen hubiese de emanar en las presentes circunstancias el poder central y reorganizador, porque habiendo gravitado sobre el Perú la fatal educación colonial del gobierno español  no puedo prometerme aquí diversos efectos de los que por igual principio hemos llorado en otros pueblos de la América.

Apoyado en estas razones, en la dilatada experiencia de once años de revolución, en la dilatada experiencia de once años de revolución, en las reflexiones del decreto incluso  y más  que todo en mi propicia conciencia, he resumido en mi persona la autoridad Suprema del Perú, con el título de Protector, hasta la reunión  de un Congreso Soberano de todos los pueblos, en cuya  augusta representación  depositaré  el mando y me resignaré a residencia. Entonces no quedará un vacío a los liberales sentimientos de V. E.,  el mundo culto decidirá, y la posteridad imparcial hará justicia a mis procedimientos. Entonces, en fin, el heroico pueblo que V. E.  manda  recibirá por primero de sus esfuerzos la gratitud de los peruanos en independencia y libertad.

Ninguna otra mira que el bien de mis conciudadanos y responder fielmente de la responsabilidad que he contraído ante V.E. y ante el género humano, ha podido inducirme a violentar mis propios  principios, porque habría preferido un retiro a la  contracción de nuevos deberes; pero ni V.E. deber ser burlado en sus deseos por la independencia de este país, ni yo puedo abandonar a la incertidumbre a millares de americanos que se han comprometido a ayudarme a libertad su patria y que han hecho  ya todo género de sacrificios,  … desde ahora protesto a V.E. que al bajar de la silla del gobierno del Perú no exigiré de los pueblos otra recompensa a mis servicios que su fraternidad y unión sincera con la nación chilena, y una constante resolución de auxiliar a  los demás pueblos libres de la América para que prevalezcan en ellos la libertad y el orden. (5)

 Lima, 6 de agosto de 1821.

José de San Martín

 

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(1)  Cronología de San Martín. C. Galván Moreno, año 1945, página 91

(2) Efemérides Sanmartinianas. Jacinto R. Yaben, Segunda Edición, año 1968,  pág. 171, 172

(3) Cronología de San Martín, C. Galván Moreno, pág. 257,  258. Archivo de San Martín, t XI, pág. 443

(4) Felipe Pigna, libro,  La Voz del Gran Jefe, Vida y Pensamiento de José de San Martín, 3ª edición, año 2015, pág. 379 y 380.

(5) Cronología de San Martín, C. Galván Moreno, pág. 257,  258. Archivo de San Martín, t XI, pág. 443

(6) Miguel Ángel Bayona Elías. https://miguelangelbayonaelias.blogspot.com/2015/08/san-martin-fue-nombrado-protector-y.html


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